Me he pasado los últimos cuatro años amenazando a mis
alumnos con mandarlos al despacho. Bueno, para ser sincera, el último año muy poquito, que tenía unos niños estupendos.
Pero los tres anteriores, con mi Barsinson, mi J y mis otros regalitos, me harté de repetir que los iba a mandar a Dirección. De hecho, los
llevé varias veces, para hacer el paripé, más que nada, porque la verdad es que
allí, aparte de un discursito en plan serio y alguna que otra amenaza, poco más
se sacaba.
Ahora la Jefa
soy yo y ya me han mandado al despacho a cinco de mis niños.
Joé, no me voy a librar de ellos en la vida… y eso que los quiero un montón.
Al menos Barsinson no ha aparecido todavía por allí. Bueno sí,
el primer día que lo mandó su maestra para darme un recado.
-
Lenitita:
Barsinson, que si te veo por el despacho, que sea para decirme “Hola maestra,
qué tal estás”, ¿eh?
-
Barsinson:
Sí, maestra.
Y me dio un beso antes de irse.
Mi J en cambio, ha venido tantas veces, que he perdido la
cuenta. Yo por mi J lo di todo y lo intenté todo, pero no conseguí sacarlo
adelante como a mí me hubiera gustado. El curso pasado (que ya no lo tenía yo),
sé que fue de mal en peor y este año parece que va por los mismos pasos. El
caso es que cuando hablo con él, parece que vamos a conseguir algo, pero al día
siguiente, vuelven a traérmelo…
Temo que a mi J, el hecho de que me lo traigan al despacho,
incluso le consuela, ya que me sigue viendo como a su maestra, la que lo
cuidaba y lo protegía y con la que se sentía seguro y medio se comportaba, pero
no termina de conectar con sus otros maestros y cada vez está más rebelde y
desganado. Y cada vez se parece menos al J que yo conocía.
Y yo, sigo sin dar con la clave para ayudarlo y que salga
adelante. Y por supuesto, tampoco tengo la solución que buscan los que me lo
traen al despacho…
Igual todavía no hemos llegado a ver lo que tiene dentro
este chaval.