La bola de cristal.

A los maestros, junto con la solicitud del Concurso de Traslados, deberían darnos una bola de cristal como la de Aramis Fuster o Raphel.

La verdad que lo del Concurso está entretenidísimo. Os cuento. Cuando un maestro aprueba las oposiciones con plaza, se tira un añito en prácticas, porque todavía lo pueden suspender (aunque no es lo normal). Entonces, después de este año y si supera el periodo de prácticas, recibe su nombramiento como Funcionario de Carrera y la obligación de participar en el Concurso de Traslados para obtener destino definitivo.

Entonces te encuentras con un listado con los códigos de todos los colegios, institutos y localidades de Andalucía y con una solicitud en la que tienes que consignar 300 de esos códigos y, además, como te obligan, tienes que poner las ocho provincias de Andalucía en orden de preferencia (hablo de Andalucía porque es lo que conozco, pero supongo que en las demás comunidades será parecido).

Aquí empieza lo bueno, porque tú pides, pero no sabes dónde hay vacantes, o sea, que pides a ciegas. La primera vez (o primeras hasta que obtienes tu primer destino definitivo) no tiene mucha relevancia, pues tú pides los 300 códigos y esperas que sea lo que Dios quiera.

Por ejemplo, Lenitita tuvo que concursar en dos ocasiones para obtener su primer definitivo, ¿y qué obtuvo? Pues no le dieron ninguna de sus 300 peticiones (ese año salieron poquísimas vacantes en Jaén) y empezaron a mirar las provincias hasta que encontraron una vacante en la provincia número 5. Genial.

Ahora, ya tienes destino definitivo, o sea, que ya te puedes jubilar allí si quieres (siempre y cuando no supriman tu plaza o te desplacen por falta de horario o no sé cuántas cosas más). Pero claro, Andalucía es muy grande y a la mayoría nos dan destinos muy alejados de nuestra residencia habitual, donde tenemos a nuestra familia, amigos, en fin, nuestra vida, por lo que decidimos concursar voluntariamente (después de permanecer, al menos, dos años en nuestro destino).

Por ejemplo, Lenitita pudo concursar voluntariamente el curso pasado y así lo hizo. Pero, como en las anteriores ocasiones, no le dieron ninguna bola con la solicitud, así que decidió pedir localidades cercanas con la esperanza de que sacaran algo de lo que había pedido. Por fin, la suerte le sonríe y le conceden una de sus peticiones, muy cerquita de casa, con buena carretera y por su especialidad. Vamos, un chollo. Pero al llegar allí, resulta que de su especialidad sólo va dar 7 horas semanales y que el resto las va a pasar con el peor curso que hay en el colegio y que además, la condenan a dos años más con ellos.

Entonces ahora surge la duda: ¿Qué hubiera pasado si se hubiera quedado un año más en su primer destino? Y aquí la respuesta viendo las adjudicaciones provisionales de este año: pues que este año le habrían dado su petición número 1. ¡Toma ya!

Pero surgen otras dudas: ¿Y si se hubiera quedado y al final este año no le hubieran dado lo que ella quería? ¿Y si hubiera esperado y le dan su petición número 1 y el cole que ella recuerda con tanto cariño ya no es lo que era? ¿Y si…?

Conclusión 1: como diría Eros, son las cosas de la vida…

Conclusión 2: la próxima vez no miro los destinos de los demás y me quedo tan a gusto.

Conclusión 3: mejor no me agobio por mi condena y pienso que mi destino es el mejor del mundo.

Conclusión 4: definitivamente para estos casos una bola de cristal vendría muy bien.

Conclusión 5: la única bola de cristal que está a mi alcance está en una colección de DVD en el comedor.

Conclusión 6: la Bruja Avería se está hinchando de reír a mi costa (aunque yo no pueda reírme de ella...)