jueves, 28 de abril de 2011

Manteniendo la calma.




Los bichos me dan un asco que me muero.

Normalmente, cuando veo uno, por pequeño o inofensivo que sea, salgo pitando en busca de ayuda, pero claro, esto no lo puedo hacer cuando la que está a cargo de un grupo de niños indefensos soy yo.

Hay que ver con qué aplomo he solventado algún que otro episodio. Como el del martes.

Cuando volvimos de las vacaciones y tras una bronca monumental con anotación en las agendas incluida en la primera media hora de la mañana, conseguí que las otras dos horas mis niños estuvieran atendiéndome y trabajando en silencio. Un milagro, vamos.

Después del recreo estuvimos en la biblioteca escuchando una charla sobre el hombre que da nombre a nuestro colegio a cargo de su hijo y también estuvieron muy tranquilos. Peeeeeeero, a última hora, ya no se les podía pedir más y estuvieron más revoltosos.

Entonces, uno de mis críos fue a devolverle el sacapuntas a otro practicando “el estilo libre de lanzamiento de sacapuntas”. El sacapuntas pasó muy cerca de mi cabeza y acabó justo debajo del radiador que hay pegando a mi mesa. Me agaché para recogerlo cuando lo vi.

Mi primera reacción fue volver a mirar porque no podía ser que algo tan largo fuera un bicho. Sólo miré de refilón, sin cambiar mi expresión ni un ápice, y comprobé que, para mi desgracia, sí que lo era.

Me levanté muy tranquilamente y me dirigí a mis pupilos: “¿A quién no le dan miedo los bichos?” Fueron varios los que vinieron muy envalentonados a ver al susodicho, los mismos que corrieron despavoridos y dando gritos cuando lo vieron.

Y como a todos les picó la curiosidad, pues al instante ya se habían levantado todos, habían visto al bicho, habían gritado y habían empezado a correr por la clase.

Puse un poco de orden intentando que mi cara no desvelara el asquito que me daba y sin perder la calma (y eso que estaba empezando a creer que finalmente tendría que ser yo la que se encargara del bicho) me centré en mis tres valientes: los únicos que seguían acercándose a inspeccionar al bicho (por cierto, que no creo que fuera un ciempiés, pues las patas, aunque eran muchas, no se le veían tanto como en algunas fotos que he visto en la red; según mis valientes, era un milpies, y según las fotos, pudiera ser), y les di instrucciones para que se libraran de él.

Hay que ver lo "apañao" que es mi Barsinson cuando quiere.

Y ya no pude terminar mi clase de Inglés…


miércoles, 20 de abril de 2011

Cosas de hospitales.



- Ingresar por urgencias en un hospital el día en que inauguran las nuevas instalaciones de urgencias y que además, están sin camas, puede acarrear varios errores, por ejemplo:

* Ingresar a un paciente sin avisar al acompañante que, pacientemente, ha estado esperando en la sala de espera y que finalmente se entere del ingreso porque el propio paciente le avisa gracias a su teléfono móvil.

* Que el paciente esté más de una hora sentado en una cama sin poder ponerse ni un pijama.


* Que las enfermeras no tengan ni idea de que tienen que inyectar insulina al paciente porque los papeles no han llegado.


* Que no te vea un médico hasta el día siguiente.

- No importa que le ofrezcas a la enfermera el brazo izquierdo para que te cojan la vía. Ella te la cogerá en el derecho, aunque sea el lado contrario al que tendrás el gotero.

- Una cama libre en un hospital dura lo mismo que un caramelo en la puerta de un colegio.

- No importa la hora en la que esa cama que quedó libre vuelva a ser ocupada. Irrumpirán sin ningún reparo a adecentar la cama y el armario, encendiendo luces y abriendo puertas sin importar que haya otros enfermos en la habitación o que sean las dos de la madrugada.

- Si un enfermo de cierta edad es ingresado a altas horas de la madrugada en soledad, es normal que llame a la enfermera, pero ésta se molestará y acudirá de malas maneras.

- Siempre habrá una enfermera con un poquito de mala leche. Afortunadamente también habrá otras más amables.

- Es una mala idea poner en un mismo mando el interruptor de la luz y el llamador: cualquiera puede confundirse a media noche. Si además el que se confunde, ya lo ha hecho en otras ocasiones, el cabreo de las enfermeras será mayor y no le harán caso cuando llame de verdad.

- A algunos acompañantes les da igual ponerse a reír a carcajadas en el pasillo a las tantas de la noche. No importa que haya pacientes que quieran dormir o que otros acompañantes lo estén pasando mal. ¿Para qué van a salirse a un sitio más discreto?

- Los termómetros de mercurio han pasado a la historia. Cómo mola el aparatito de la oreja.

- Los horarios de las comidas están muy mal distribuidos. Unas comidas están muy seguidas y otras demasiado espaciadas.

- Es un abuso cobrar 4 euros diarios por la televisión.

- Aunque hayas pagado la tele a medias con otro paciente (el tercero se hará el “longui” alegando que no le gusta la tele), el otro cambiará de canal justo cuando va a empezar el rosco de Pasapalabra, que es justo lo que querías ver...

- Hay que ver lo que le gusta a la gente de pueblo sacar el patrón a todo el mundo (con todo mi respeto a los de pueblo).

- Hay que ver lo que tardan los resultados de algunas pruebas. ¿O es que la mitad de la plantilla está de vacaciones? Vete tú a saber…

- Hay un montón de gente sola en los hospitales.

- Las noches de hospital son larguísimas.

- Ahora los sillones de las habitaciones son reclinables y tienen reposapiés. Menos mal.

- Qué invento el MP3.


viernes, 8 de abril de 2011

TDAH.



Estas siglas las aprendí hace unos años, cuando a uno de mis alumnos de 2º le diagnosticaron este trastorno.


El que padece el Trastorno por Déficit de Atención con (o sin) Hiperactividad es lo que comúnmente la gente llama “un niño hiperactivo”. El compañero del EOE que realizó el informe y aconsejó a la familia acudir a un especialista, me comentó que él era muy reacio a utilizar este término, pero que después de haber estado con el niño unas sesiones pasándole unas pruebas, no le quedaba la menor duda. A mí, que ya llevaba unos meses trabajando con el niño, tampoco.


El año pasado coincidí en el CEP con un antiguo compañero de ese cole. Resulta que era él quien tenía a mis niños (que ya estaban en 6º), así que le pregunté por mi P. “Estupendamente. Desde que empezó con la medicación, está muy bien”. Resulta un poco triste medicar a un niño tan pequeño, pero me alegró saber que mi P estaba bien y que había salido adelante. Si había sido gracias a la medicación, pues genial.


Actualmente tengo a otro niño diagnosticado y medicado. Mi J es un niño bastante especial. Lo quiero muchísimo pero casi ha acabado con mi paciencia. Los padres están muy angustiados y no paran de buscar ayuda por todas partes porque la medicación parece no hacerle nada. Sólo lo parece, porque un día que estuvo especialmente mal, me confesó que no la había tomado.


El caso es que hace poco, recibí el encargo de rellenar un formulario porque parece ser que van a diagnosticar a otro de mis alumnos.


Conociendo a este alumno como lo conozco (creo que he pasado yo más tiempo con él en estos tres años que su propia familia…), sólo puedo decir que el ser irrespetuoso, descarado, mimado, pasota, desvergonzado, deslenguado y soberbio, no son síntomas de hiperactividad, sino de mala educación.


Pero claro, esto no lo he podido poner en el informe.



viernes, 1 de abril de 2011

FRIENDS, o la mejor serie de televisión.



Precisamente conocí FRIENDS por mi amigo Javi. En muchas de las largas conversaciones que tenía con él, me soltaba muchas veces lo de “Elena, es que yo, soy Chandler”. “¿Y quién es Chandler?”, le decía yo, y él se echaba las manos a la cabeza porque no sabía quién era.


Así que un día decidí ver la serie. No recuerdo por qué temporada iba, pero la echaban por las tardes en el Plus en abierto. Me encantó.


De manera que me enganché totalmente. Cuando acabó la temporada, empezaron a reponerla (normalmente lo hacían así: la reponían desde el principio y luego estrenaban la nueva temporada sólo para abonados).


Si os digo que fue entonces cuando me aboné a Canal Plus, entenderéis de qué manera me enganché a la serie.




Me dio mucha pena que terminara, pero todo tiene su fin y, en este caso, fue genial (no todas las series pueden decir lo mismo).


Sin duda, la clave del éxito de esta serie (además de los guiones) eran los seis personajes, que eran geniales y perfectos en sí mismos. Era imposible decidir quién era el mejor: Phoebe, Monica, Rachel, Joey, Chandler o Ross (como el episodio en el que le preguntaban a Joey a qué renunciaría, si al sexo o a la comida, pues lo mismo, cuando creías decantarte por uno, te acordabas de las ocurrencias de otro y luego de otro y al final, te quedabas con los seis).


El otro día descubrí que la echan en FDF al mediodía, por si a alguien le interesa. Yo no llego a tiempo de verla, pero no importa, la tengo grabada enterita :)