Yo sigo flipando con esto de las consultas médicas. ¿Hay alguien que haya entrado alguna vez en su vida a la hora que le citaron? Seguramente no, y si lo hay, tendría que ser un caso digno de análisis en el programa de “Cuarto Milenio”.
El caso es que ayer acompañé a mi hermana y a mi madre a una consulta. Hacía una tarde de perros con vientos de no sé cuántos kilómetros por hora y las acerqué con el coche. Como encontré aparcamiento bastante rápido (eso sí, en zona azul), me fui con ellas para luego traerlas de vuelta.
Serían algo más de las seis y media de la tarde (teníamos hora a las siete) y la sala de espera estaba a tope cuando llegué. La cosa empieza a ponerse preocupante cuando ves que ya llevas allí media hora y no ha habido movimiento alguno entre los presentes. Por fin sale uno y llaman a otro, pero entonces la preocupación va en aumento cuando oyes comentarios como “pues yo tenía cita a las seis”, “pues yo a las seis y veinte” y te das cuenta de que la tuya es la última de todas y empiezas a hacer cuentas.
Mi suerte (y la de mi hermana) fue que llevara conmigo una libreta y un boli. Estaba a la espera de una llamada para darme un presupuesto y me la había llevado para apuntarlo. El del presupuesto no llamó, pero no veas el partidazo que le sacamos a la libretilla mi hermana y yo.
Entre los muchos juegos que me inventé os dejo este:
“Cosas que hacer en la sala de espera, por ejemplo, jugar al “SOS”, un, dos, tres, responda otra vez”:
- Jugar al SOS.
- Dormitar.
- Mirar los calcetinillos blancos de los guiris (es que tres de los que esperaban eran guiris).
- Explicar la receta de la tarta de queso.
- Inventarse juegos.
- Mirar cómo entran y salen las enfermeras y ponerte de los nervios.
- Hacer ruiditos con los pies.
- Jugar al Tetris con el móvil.
- Dar paseítos.
- Resoplar.
- Entretener a tu hermana con jueguecitos como éste.
- Mirar cómo todos se van… menos tú.
- Intentar pillar la conversación de los guiris (inútil, porque están dormitando…)
- Mearte locamente y no atreverte ir al WC por si te llaman.
- Mirar los peinados de la gente.
- Mirar al techo y descubrir grietas, manchas, pelusillas…
- Juguetear con el paraguas.
- Mirar ilusionada a la puerta cada vez que se abre…
- Cagarte en la put… cabeza del que da las citas.
- Levantarte, subirte el pantalón y volver a sentarte.
- Hacer cuentas mentales de las horas que llevamos aquí.
- Preguntar “¿A qué hora tenía usted?”
Además de éstas, apuntamos alguna más, pero son bromas entre mi hermana y yo que aquí no se entenderían. Acabamos jugando al ahorcado con nombres de pelis. Aquí intervino también mi madre que también estaba frita de tanta espera.
Al final nos quedamos solas en la dichosa sala y, por fin, a las diez menos cinco de la noche (¡!) nos llamaron. Quince minutos después salimos por la puerta y no vimos ni al de seguridad.
Qué manera más entretenida de comenzar el puente del Día de Andalucía.
Por cierto, mola ser andaluz en estas fechas, jeje.
;-)