miércoles, 7 de septiembre de 2011

Inevitable.




Pues era inevitable que se acabaran las vacaciones y volviéramos al cole.

Este año, como de costumbre, (lo del año pasado fue una excepción), nos hemos encontrado el cole hecho una pena. Como el Ayuntamiento dispone de él durante el verano para las fiestas, el cine de verano y las escuelas de verano, se ve que luego no le quedan ganas para limpiar y organizar un poco los desastres creados.

Total, que el jueves, tocó hacer la ronda y anotar los desperfectos (¡qué ilusa fui, que creía que con un folio tendría bastante!) Como mi clase está justo al lado del servicio de los niños (que lo usa todo el pueblo durante las fiestas), me tocó entrar y… bueno, dejémoslo aquí.

Mi clase fue la elegida para que se realizaran allí los talleres de la escuela de verano, así que me encontré mi mesa y mi sillón llenitos de pintura y pegamento. Genial.

También me encontré todas las sillas del edificio (sí, las de las seis clases de mi edificio) allí, amontonadas y muy sucias, delante de la estantería donde estaban todos los libros del programa de gratuidad, es decir, los que teníamos que etiquetar para este curso.

Además, las pizarras estaban llenas de pintarrajos. Nada especial, salvo que los pintarrajos no los habían hecho con tizas, que es con lo que se escribe en las pizarras, sino con ceras y colores que rayan la pizarra y se convierten en imborrables, con lo cual las han dejado prácticamente inutilizables y esto es algo que no tiene solución, es decir, me aguanto y tengo que desperdiciar todo el sitio que está dañado, que es mucho. (No quiero ni imaginarme qué hubiera pasado si en mi clase hubiera habido una pizarra digital…)

Eso mi clase, de lo demás no hablo que aburro al personal.

Total que hoy, miércoles y a falta de dos días para que comience el curso escolar, ha venido el teniente de alcalde a ver lo que había que hacer. Cuando ha visto la pared de humedad que hay en mi clase (la que comparte con el servicio), va y dice: “Igual habría que pintar”.

Genial, pienso yo, pero… ¿cuándo? Yo es que lo flipo, de verdad. Llevo cinco días adecentando lo que he podido de la clase, limpiando la mesa, el sillón, las pizarras (aunque no haya servido de nada), las estanterías, moviendo sillas para poder coger los libros, sellando e identificando libros para preparar los lotes que tendré que entregar a las familias, organizando material, tirando cosillas que me he ido encontrando por la clase (mejor no digo lo que me encontré en una de las papeleras…) y total, para nada.

Me veo el lunes con mis niños en fila sin saber dónde colocarlos. Es que simplemente es vergonzoso.

Y, sin embargo, a pesar de mi cabreo, sonrío por la calle cada vez que me encuentro con mis críos siberianos.

Sonrío cuando escucho lo de “¡Maestra!” o “¡Teacher!”, cuando me dan esos abrazos y besos, tan sinceros unos y tímidos otros.

Sonrío cuando veo la lista de mi tutoría, el curso que yo pedí.

Y sonrío cuando escucho esta canción. Es inevitable.





“Inevitabile” dueto de Eros con Giorgia.