
He vuelto a nadar.
Lo dejé hace años cuando empecé a trabajar. Lo intenté retomar en varias ocasiones, pero las aglomeraciones y la incomodidad de tener que compartir la calle con otras ocho personas pudieron conmigo.
Durante el destierro, lo retomé de nuevo aunque ello implicaba una hora de coche entre la ida y la vuelta con las dichosas obras.
Como el año pasado lo pasé fatal con mis cervicales y mis dolores de espalda (acordaos de las medidas de emergencia o de mi tortura), decidí retomar de nuevo esta actividad que, además de ser buena para mi salud, me gusta bastante.
Pero a finales de noviembre, justo cuando empezaron las lluvias interminables y yo estaba en mi periodo crítico de ponerme mala, lo dejé, porque la piscina estará climatizada, pero cuando sales te mueres de frío en los vestuarios y las duchas.
Ahora que ya parece que se ha ido el frío (mi coche estaba a 40 grados a las dos de la tarde) voy a ver si vuelvo a coger el ritmillo de, al menos, un par de veces por semana.
Lo bueno de ir al salir de trabajar es que la piscina no está del todo saturada, lo malo es que como casi a las cinco de la tarde…