Los bichos me dan un asco que me muero.
Normalmente, cuando veo uno, por pequeño o inofensivo que sea, salgo pitando en busca de ayuda, pero claro, esto no lo puedo hacer cuando la que está a cargo de un grupo de niños indefensos soy yo.
Hay que ver con qué aplomo he solventado algún que otro episodio. Como el del martes.
Cuando volvimos de las vacaciones y tras una bronca monumental con anotación en las agendas incluida en la primera media hora de la mañana, conseguí que las otras dos horas mis niños estuvieran atendiéndome y trabajando en silencio. Un milagro, vamos.
Después del recreo estuvimos en la biblioteca escuchando una charla sobre el hombre que da nombre a nuestro colegio a cargo de su hijo y también estuvieron muy tranquilos. Peeeeeeero, a última hora, ya no se les podía pedir más y estuvieron más revoltosos.
Entonces, uno de mis críos fue a devolverle el sacapuntas a otro practicando “el estilo libre de lanzamiento de sacapuntas”. El sacapuntas pasó muy cerca de mi cabeza y acabó justo debajo del radiador que hay pegando a mi mesa. Me agaché para recogerlo cuando lo vi.
Mi primera reacción fue volver a mirar porque no podía ser que algo tan largo fuera un bicho. Sólo miré de refilón, sin cambiar mi expresión ni un ápice, y comprobé que, para mi desgracia, sí que lo era.
Me levanté muy tranquilamente y me dirigí a mis pupilos: “¿A quién no le dan miedo los bichos?” Fueron varios los que vinieron muy envalentonados a ver al susodicho, los mismos que corrieron despavoridos y dando gritos cuando lo vieron.
Y como a todos les picó la curiosidad, pues al instante ya se habían levantado todos, habían visto al bicho, habían gritado y habían empezado a correr por la clase.

Puse un poco de orden intentando que mi cara no desvelara el asquito que me daba y sin perder la calma (y eso que estaba empezando a creer que finalmente tendría que ser yo la que se encargara del bicho) me centré en mis tres valientes: los únicos que seguían acercándose a inspeccionar al bicho (por cierto, que no creo que fuera un ciempiés, pues las patas, aunque eran muchas, no se le veían tanto como en algunas fotos que he visto en la red; según mis valientes, era un milpies, y según las fotos, pudiera ser), y les di instrucciones para que se libraran de él.
Hay que ver lo "apañao" que es mi Barsinson cuando quiere.
Y ya no pude terminar mi clase de Inglés…