La primera clase.

Ayer fue la primera clase oficial del curso de guitarra (la del lunes sólo fue para darnos los horarios) y no fue nada mal.

Capricho y yo llegamos justitas porque estaba lloviendo y el “descampao” (el sitio donde yo y todos los demás solemos dejar el coche) estaba a tope. Tuve que salir marcha atrás un rato porque había coches por todos partes (pero Mi Chiquitín se cuela siempre) y dar dos vueltas hasta que pillé a uno que se iba en ese momento.

Cuando iba a entrar a la clase me dice una señora desde fuera: “Me parece que no entras”. Pues casi. La clase estaba a tope, hasta había gente sentada encima de las mesas.

María José (la profe) estaba un pelín agobiada, pero ella puede con todo, ya son muchos años los que lleva en esta tarea de enseñar a un grupo tan heterogéneo a aporrear la guitarra.

Al final, no sé cómo, acabamos todos sentados. Fue entonces cuando saludé a algunos compañeros de hace tres años que todavía siguen: el abuelillo que nunca cambiaba de acordes, el otro abuelillo de la bandurria, el muchacho que tiene un gemelo y que viven por mi barrio, la chica que siempre estaba hablando… al abuelo pesado no lo vi, al parecer va a otra hora, mira qué bien. También creí reconocer a dos chavalines, pero no sé de qué, igual los tuve de alumnos en el Peñamefecit, vete tú a saber…

María José nos repartió el trabajo a los de guitarra para después poder dedicar unos minutillos a los de bandurria, que son menos. La primera canción que vamos a aprender será “Titanic”, el punteo cifrado y los acordes para el acompañamiento con el ritmo de bolero.

A ella le sonaba estupendamente, a mí me suena, como dice mi hermana, igual que siempre…